La ciudad de nunca jamás

El venezolano actual, especialmente el caraqueño, critica el estado y la imagen de nuestra actual capital. Siente deseos de huir y no se limita al momento de cuestionar a Caracas; incluso, la compara ante las grandes metrópolis sólo con la intención de menospreciarla. Es incomprensible e inaceptable esta actitud, sobre todo ante lo excelente que se torna nuestra Caracas actual.

Ni siquiera las grandes metrópolis del mundo logran disfrutar de la encantadora sobrepoblación que gozamos en estos momentos. La perfecta construcción de edificaciones al borde de un cerro, sólo es posible en esta ciudad. La recolección de basura y objetos inservibles en cualquier calle, únicamente se logra en nuestra Caracas. El irrespeto a todas las leyes y la burla a las autoridades pertinentes es incomparable a la de otras localidades. La gran cantidad de niños viviendo en las arterias e indigentes adornando nuestras aceras, es algo típico de esta civilización.

Las abundantes fuentes de trabajo que encontramos en las calles son envidiadas hasta por las ciudades del primer mundo. La comodidad de conseguir un vendedor ambulante en cada cuadra, esquina, e incluso metros de distancia, es anhelado hasta por las patrias más desarrolladas. La inseguridad reinante en cualquier lugar de Caracas es el objetivo planteado por los grandes políticos alrededor del mundo. Las interminables colas y las múltiples inundaciones de nuestras carreteras, calles y autopistas son el sueño utópico de los habitantes del planeta.

La unión de todos estos factores indiscutiblemente hacen de nuestra capital una urbe única en el mundo, una metrópoli que apunta a ubicarse entre las primeras del globo terráqueo. Una ciudad espléndida, sacada de la mente del mismísimo dramaturgo James Matthew, quien seguro le habría llamado “la ciudad de nunca jamás”.