Cristian Cásseres y el periodista Roalber Torres en un entrenamiento con Tàchira / Carlos E. Ramírez
Por Roalber Torres.
Es momento de volver al trabajo. Antes,
pregunto la hora y noto que el largo calvario reflejado en las líneas que
escribí antes, cuando me enredé en el agotamiento brutal durante un
entrenamiento “suave” con la plantilla de “Chuy” Vera, sucedió en apenas veinte
minutos. Veinte. Ponga usted la grosería. Entonces no solo me siento mal
físicamente, sino que comienza a afectarme el ánimo. Nos reúnen en un círculo y
los jugadores comienzan a “pedir”, como lo hacen mis amigos en las caimaneras,
para armar los equipos y jugar un partido.
Rubén Arocha bromea: “Vamos a ver a quién
le toca el chamo de Líder”. Sí, claro: risas. El entrenador explica
que el ejercicio será en espacio reducido y solo por diez minutos. Decido no
participar por una razón que llaman vergüenza y se viste de honor, no tengo las
condiciones físicas y futbolísticas para hacerlo. Veo a Cristian Cásseres,
trato de recordar su edad y llego a una conclusión saludable: es preferible
mirar los toros desde la barrera.
El ejercicio termina y yo apenas he podido
comenzar a respirar por la nariz. Colocan las mismas estaciones que en la
primera tanda de circuitos. Nos explican que la única diferencia será que luego
de terminar cada vuelta, debemos correr a toda velocidad hasta la otra mitad de
la cancha. Tengo la esperanza de que ahora sea diferente, le llevo diez minutos
de descanso al resto. Comienzo a buen ritmo, voy junto a mi grupo. La
diferencia aparece cuando toca acelerar. Me mantengo dos giros a la altura,
pero luego me atacan las carencias. Otra vez.
Nos piden que echemos el resto, que solo
faltan quince minutos. Intento seguir, pero a duras penas camino. Voy
viendo el piso y comienzo a marearme. ¿Será que voy a desmayarme? ¿Será que
este pinchazo en los gemelos es a lo que llaman contractura muscular? Escucho
un sonido que ya es bastante común a estas alturas (una pequeña y punzante
carcajada).
Tal vez muchos jugadores en su estreno, en
su primer día, o simplemente en una mala noche, pudieron sentirse apabullados
por las burlas, como yo en este preciso instante. Levanto la mirada para ver a
quién le estoy regalando ese momento de diversión y un flash ilumina mi cara:
es el fotógrafo del cuadro aurinegro, que sonríe y me apunta con el lente.
Paso cerca de la grada y escucho a un
jugador que habla con el fotógrafo de Líder. Le pregunta: “¿Qué
desayunó?”, mientras me señala con el dedo. “Comió frutas”, le responden.
“Entonces no estará tan mal”, cierra el diálogo. Tengo cinco días cuidando
mi alimentación, son pocas horas para hablar con fundamento, pero muchas veces
quise disfrutar de una hamburguesa y me detuve. Me quedé con las ganas de
un helado luego del almuerzo y algunas otras no me aguanté, a pesar de que
tenía miedo de que más tarde me pasara factura. Los jugadores, la mayoría
de las veces, sacrifican estas cosas para mantener su cuerpo en forma.
Unas pocas gotas de lluvia devuelven mi
mente al campo y el silbato de uno de los preparadores físicos pone fin a mi
marcha forzada. Es hora de otro partido amistoso, para el grupo, para
mí es momento de pensar en una camilla de hospital. Esta vez tengo un
compañero, pues Cásseres se golpeó la pierna y mira desde un borde el juego en
espacio reducido. Le pregunto: “¿No estás cansado?” Y me dice: “¿Qué hiciste
ayer?” Le respondo que una entrevista, que escribí en el hotel y estuve
acostado descansando.
Me interrumpe y me comenta: “Nosotros llevamos más de un mes entrenando, ya estamos en buenas condiciones. Pero los primeros días sí fueron difíciles, por eso a muchos no le gustan las pretemporadas. Después de estar parado, cuesta retomar el ritmo. Eso es lo que te pasa a ti, que no tienes la regularidad del trabajo. Mañana te dolerá más el cuerpo”. Seguro que sí, y seguro que no volveré a ver el fútbol de la misma manera, porque he visto una gran cuota de verdad en lo que una vez dijo Jorge Valdano: “En ningún sitio aprendí tanto de mí y de los demás como en una cancha”.
(Crónica publicada el 19 de agosto en el Diario Líder).